jueves, abril 26, 2007

Hogar dulce hogar

Hace un tiempo que estoy en transito, y todavía me queda mucho para permanecer en un mismo lugar y tener un finalmente un “Hogar permanente”

Cuando tenía 17 años, lo único que quería era estudiar y vivir en Viña, escapar de la ciudad de niñez y conocer mas allá, ojalá una ciudad con mar, con aire, con gente y la fuerza de la naturaleza presente día a día. Finalmente opté por la Universidad de Chile, en la capital.

Estudié en Santiago y aprendí a quererlo, caminé por sus barrios y no barrios, me conmoví con algunos y me estremecí con otros. Espacios públicos llenos de vida pero a cambio de un aire contaminado, de un constante zumbido de metrópoli que al cabo de un tiempo ni escuchas, una cordillera esplendida pero que no se puede observar, áreas verdes para no pisar, mucha entretención, aunque también a costa del peligro de hurtos y robos, en el mejor de los casos.
Providencia, la mejor comuna, en 10 minutos, librerías, supermercados, bibliotecas, metro, un blockbuster, una verdulería, un mall, una clínica, un parque, un bravísimo, y mil pub y restaurantes. Perfecto para un peatón. Aunque a veces extrañaba un jardín, un espacio verde que sea mío, o mas que un tema de propiedad, es un tema de poder ser yo, que me deje sacarme los zapatos, jugar con mis perros, tener un baño limpio cerca, escuchar pajaritos, y si te hizo dormir el libro que llevabas, simplemente dormir, no temiendo robos ni sorpresas. Faltan lugares así en nuestra capital.

Mi desahogo era Rancagua, la casa de mis padres, en una villa, de casas con jardín, el sueño que la mayoría de los chilenos aspiran “la casa propia con jardín”. Volvía a escuchar pajaritos, el jugueteo de los perros por ahí, un balanceo en el columpio o recibir el sol en la cara en un peldaño. Ojala un asadito con la familia. Que mas puedo pedir?? Como quisiera yo tener en un futuro una familia que comparta bajo un toldo en la terraza una buena comida, música y vino. En “Mi” casa, con plantas cuidadas por “Mi” y en la mesa, limones, paltas y damascos de los árboles de “Mi” jardín.
Momentos como ese no se dan todos los días, después vuelve la rutina, el invierno, el encierro, y el aburrimiento. Las actividades de ocio están lejos, y el auto es el medio de transporte. El centro de la ciudad, no es un lugar para sentirse a gusto, por que es peligroso y está muy deteriorado, la cultura urbana no existe, para que hablar de la contaminación acústica. El mall acrecienta el deseo de adquirir lo que no tienes. Los supermercados ahora se transforman en puntos de ocio, claramente asociados al consumo, pero es que no hay más opciones. Otras salidas: el club de campo o la segunda vivienda, los encuentros sociales no son casuales, son predeterminados, segregados en su tinte social, por lo tanto perdemos el contacto con gente diferente, los prejuicios se incrementan, la tolerancia disminuye, la conciencia social se pierde y la conciencia interior se calma con unos golpecitos al pecho los domingos en misa.

Viví también en un pueblo pequeño al sur del mundo, una vez egresada de la U, donde la comunidad es una sola, se conoce tanto que se pierde la intimidad, tanta gente distinta que extrañas a tus similares, con una naturaleza tan imponente entre lagos, volcanes, ríos y animales, vuelves a conocer el silencio, la intimidad plena ni siquiera se da en tu casa porque la puerta se abre constantemente, pero la encuentras un par de kilómetros mas allá en la soledad absoluta entre tú y el mundo, terrenal al fin, pero casi divino, por lo mismo el espacio público y áreas verdes urbanas casi no existen, todo se resume en a caminar por la calle principal. La autoridad municipal es juzgada cada día, la radio local y los vecinos son el medio de difusión principal, no hay posibilidad de cometer errores sin salir malherido, aunque muchas veces solo son malentendidos. El arrancar los fines de semana a ciudades y pueblos cercanos, es la salida para poder encontrar nuevos estímulos y evitar caer en la rutina, la comodidad, la pasividad mental y el interés por preocuparse de la vida del vecino.

Ahora en Barcelona, disfruto de un concepto de comunidad domestica, donde la tolerancia y el respeto son la clave para mantener un hogar ordenado con un ambiente agradable. Convives con personas que no son tu familia y que apenas conoces pero te tratan sin prejuicios y con amabilidad. Los desconocidos en la calle te orientan y no lo sienten como una obligación sino como un deber. El deber de ser civilizados, creo. También me siento parte de la comunidad ciudadana, al reciclar mis residuos, al caminar con tranquilidad por sus calles, al disfrutar de los espacios públicos de la ciudad, como si fueran mi jardín, al familiarizarme rápida y fácilmente con la red pública de trasporte, al asistir a eventos culturales cuya difusión encuentro caminando por la ahí.
Pero, ¿me imagino formando una familia en esta ciudad?. La ciudad está ahí, accesible, al peatón, al ciclista, al automóvil, al niño, al abuelo, al turista, es todo tan libre, las posibilidades de ocio para cada uno son tantas que me cuesta imaginar un fin de semana en casa y familia, con primos jugando por ahí, abuelos, nietos y tíos frente a un tablero de juego. Barcelona, para vivirla como individuo, es hasta el momento excelente. Pero para vivirlo como formadores, creo que debe ser más difícil educar, con tan poco control sobre los niños, desde ese punto de vista, la ciudad dispersa, con condominios y viviendas unifamiliares parecen hacer más fácil la tarea de tener el tipo de familia que tuve, y que creo querer tener. Será porque dentro de mi subdesarrollo mental, la libertad de elección es un obstáculo para lograr una formación “correcta” Uf! ¡Cuan subdesarrollada soy!. Quiero tener un nido lejano y asilado para mis polluelos?

¿Cual es la formula? ¿Cuál es la ciudad que quiero? ¿Cuál es la casa que quiero? Es asombroso descubrir que el estilo de vida que llevamos dependa de la forma y características de nuestras ciudades. Yo quiero elegir. En donde podré ser más feliz y desarrollarme como persona y madre algún día. Parece ser que esta ciudad no existe. Lo difícil es tomar la decisión de hacer algo por nuestra ciudad, que esto no es un tema de políticos, ni urbanistas, debemos empezar por cuestionarnos lo que queremos como ciudadanos, y no con una visión individual, si no con una planetaria. Porque no solo tenemos el deber de darle una educación y vida feliz a nuestros hijos, sino que entregarles un planeta saludable y con las mismas posibilidades de desarrollo que tuvimos nosotros, a los nietos de nuestros nietos.

“Desarrollo Sostenible: el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”
A trabajar!

miércoles, abril 04, 2007

Nos vemos pronto, Barcelona

Estoy en la recta final. Me voy a vivir a Barcelona por un tiempo. No por mucho, pero me gusta decir que voy a vivir y no a pasear. Tres meses en una ciudad que me espera con un departamento, compañeras de piso, una cama y un ropero, vecinos y una ventana que contendrá un paisaje que será mió por tres meses.
Eso supongo que es vivir y no ser un turista, tener una rutina y obligaciones, claramente no asociadas al aburrimiento, pero rutina al fin y al cabo. No solo me imagino caminando y conociendo todo lo que en una ciudad como esta vale la pena conocer, si no que sonrío de pensar que me aprenderé de memoria el camino que haré todos los martes y jueves a mi universidad, sabré donde venden cigarros y cuanto vale una coca cola, tendré compañeros de curso y profesores, defenderé una idea, fotocopiaré libros, voy a leer en la biblioteca, me subiré a una micro, al metro, aprenderé a reconocer donde esta el norte sin tener una cordillera, me bañaré en el Mediterráneo, y caminaré junto a catalanes, compraré en el mercado y me iré a cocinar en mi nueva cocina. Espero poder encontrar un trabajo y recibir euros al final de la semana. Conocer la ciudad y su cultura desde adentro, no como visitante, sino como ciudadano.

Quizás es mucha ambición pensar que en tres meses podré lograrlo, no podré tener una planta ni conoceré el nombre de mi vecino, pero ahí estaré con ganas de perderme entre la multitud y de llegar a conocerte para que te transformes en mi nuevo hogar, aunque sea por un tiempo.
Nos vemos pronto, Barcelona.

martes, abril 03, 2007

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