Mi maleta se fue cargada de poleras y falditas. Acá en Santiago ya nos estamos cocinando hace rato. Al principio me desilusione: llegue yo y se hecho a perder el tiempo, que mala suerte! Pero pasaron unas horas y simplemente caí.
Fui a ver el trazado de mi primera obra, disfrazada, porque un amigo me tuvo que prestar su cortaviento, para evitar mojarme tanto entré a la instalación de faenas, y ahí estaban, hermosos: mis planos pegados en la pared. Ya solo con eso me hubiera devuelto feliz. Una vez realizada la inspección, la lluvia había aminorado, nos devolvimos caminando, y un chanchito se cruzó en nuestro camino. Se rieron de mí. Pero la verdad es que me emocione.
Un almuerzo con mis amigas y un buen trago en la noche lograron rápidamente apagar cualquier mala noticia.
En Valdivia, un excelente almuerzo de crudos en el Kunstmann y muchas risas, me quitaron todas las ganas de trabajar, pero al final da lo mismo, si una vez que sales de la oficina te espera una tormenta de viento y la lluvia te pega en la cara. Es un golpe de vida que no puede dejarme sin sonreír y más aún si llevas puestas unas “chalitas”
Casi se me va el bus. Cuesta despedirse, pero siempre volveré. Budin del norte con una patita en el sur.
jueves, diciembre 21, 2006
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